En los días en que Adriana me mostró sus pinturas y comenzamos a charlar de su muestra, yo me encontraba preparando un seminario sobre Historia del Arte del siglo XX. Hace mucho que no hacia una revisión pedagógica de la historia del arte del siglo pasado, por lo que reencontrarme con obras y artistas íconos de la historia del arte fue un ejercicio gratificante de refrescar conocimientos y desempolvar saberes. Sin embargo, aquel primer encuentro con Adriana, donde ella me mostraba una a una sus obras, me hizo nuevamente pensar y reencontrarme con parte de esta revisión de la historia del arte. Sus trabajos, desprovistos de toda figuración, estaban cargados por un gesto poseedor de una gran fuerza expresiva, que me hacían recordar al expresionismo abstracto estadounidense de la década de los 50. Se podía observar en cada una de sus obras, una energía que pareciera que salía desde sus entrañas, como si dentro de ella existiera una especie de ruido interno constante pero oscilante entre el sigilo y las tempestades. Me pareció desde ese primer momento, que se trataban de obras muy personales, donde cada una actuaba como huellas de un estadío íntimo y pertenecientes a un momento específico de su propia biografía. Estas huellas, realizadas como si fueran ejercicios de experimentación material, son gestadas desde el azar, donde al igual que en el Expresionismo Abstracto, lo que realmente importa no sería necesariamente el resultado final, sino el proceso mismo de la creación, donde se ven involucrados cuerpo y gesto en un mismo nivel de importancia que la materialidad. Pareciera que Adriana trabaja desde la alquimia, donde tintas, carbones y acuarelas, al ponerlos en contacto con el líquido (agua o lavandina) experimentaran fenómenos químicos, pretendiendo descubrir de esta manera, los elementos constitutivos del universo como si, a través de este acto, pudiese descubrir un medicamento con propiedades mágicas que la pudiesen curar de alguna enfermedad o prevenir de algún mal. Pareciera que, a través del acto mismo de pintar, Adriana Brito registrara su propio existir, donde sus formas se mezclan, se deslizan y se convierten en microuniversos. Carolina Rodríguez Pino Junio 2016 Poéticas de un susurro contenido. Exhibición Individual CCB Centro Cultural Borges – Bs As Argentina
Carolina Rodríguez Pino: Curadora de arte